Skip to main content
Elsie Monge en la sala de su departamento en Quito. Marzo de 2022. Foto: Karen Toro A.
| Alba Crespo Rubio

Angeline Santos

“Si tuviera un novio y no se lo dijera a mi mamá, no pasaría nada ¿no? No voy a decirle: ‘mamá, tengo que decirte algo, soy heterosexual”, por este motivo Angeline Santos cree que no debe decirle “mamá, soy lesbiana”, para ella es algo tan normal como ser heterosexual. Así que duda a la hora de explicar cómo “salió del closet”; no sabe si podría decir que ha salido totalmente, ya que parte de su familia más cercana no lo sabe. Aún así, ella no lo niega, y es muy abierta con lo que siente, dice.

Para ella, el verdadero proceso fue de auto-aceptación. Como muchas otras personas homosexuales, pasó gran parte de su vida negándose a sí misma a pesar de saberlo siempre, pero un día llegó una chica y se dio cuenta que su afinidad iba más allá. “Yo misma me satanizaba, me rechazaba, fue un proceso muy fuerte”, cuenta. Lo atribuye a la fuerte presencia de la religión católica en el entorno familiar, porque le atemorizaba que dejaran de apoyarla, o que fueran capaces de internarla en una clínica de deshomosexualización. Ahora, dice, sospecha que su mamá lo sabe, que ha notado un cambio en ella desde que se dijo a sí misma “esta es mi vida, y solo la voy a vivir una vez, así que si quieres estar con chicas, hazlo”, y ese empoderamiento no puede pasarle desapercibido a su madre.

La búsqueda de un apoyo lo encontró en espacios de activismo LGTBI, desde donde se siente libre para nombrarse y reivindicarse lesbiana a pesar del rechazo familiar y la discriminación vivida en la calle —la botaron de un centro comercial por besarse con su novia—. En la universidad -estudia Ingeniería Civil, está en la boca de muchos profesores eso de “o hombre o mujer, no hay término medio», refiriéndose a gays, lesbianas y trans, etc.

Esta misma autoconsciencia la lleva a rechazar todas las etiquetas, y hasta el término lesbiana le parece innecesario: “no soy machona, no soy parte de un grupo minoritario, no me pueden clasificar; soy yo, una persona normal, que amo a otras personas, y que debo tener los mismos derechos que todxs”. Pero lamentablemente, 20 años después de la despenalización, sigue siendo necesario ir luchando en cada espacio, terminar con los acosos, estigmatización, y la violencia física contra las personas LGTBI.

Especial completo aquí.

Compartir

Autoras

Alba Crespo Rubio

Feminista y Periodista.